No olvido que soy mi propio infierno, no olvido que soy fuego y me quemo. No olvido que soy agua y me apago. Pero tampoco olvido lo que elegí, que el mejor remedio siguen siendo tus brazos alrededor de mi cintura y que no hay mejor promesa que la de tus labios diciéndonos.
Porque no existimos. Porque sí existimos. Porque entre tantos "porque" afirmando excusas nunca nos preguntamos "por qué".
Y yo nos pienso y nos armo en un imaginario en donde la soledad de las pupilas es sólo momentánea hasta que recuerdo que esa es nuestra realidad, y ella más que todo nos asesina como a soldados en este campo de batalla en una guerra que nunca va a terminar.
Y después de todo me abrazo a mis palabras como si realmente no fuesen otro "porque" en donde esconder mis miedos.
100 años después pintó publicar algo.